Damos gracias a Dios por su perseverancia, su lucha ligada, y todo el amor que pusieron en esta inspiración de Dios, para llevar a cabo este encuentro comunitario! Muchas fuerzas y animo para todos ustedes!Oh bella chau!!!La luz no envidio de las estrellas...de Dios la chispa llevo en mí!oh bella chau!
6 de octubre de 2010
CONVIVENCIA DE LA COMUNIDAD DEL CARMEN
Damos gracias a Dios por su perseverancia, su lucha ligada, y todo el amor que pusieron en esta inspiración de Dios, para llevar a cabo este encuentro comunitario! Muchas fuerzas y animo para todos ustedes!Oh bella chau!!!La luz no envidio de las estrellas...de Dios la chispa llevo en mí!oh bella chau!
26 de septiembre de 2010
SAN PABLO: "EL HOMBRE DE HIERRO"
San Pablo era hombre de cosas serias. Alguien que iba al grano. Nada de titubeos que no llevan a nada. No era uno de esos charlatanes que parlotean mucho y hacen poco. Si externamente era amable, acogedor e incluso paternal, por dentro era una mezcla de brasas vivas y acero templado. Era un hombre recio de espíritu.Una vez tuvo que pedir a los corintios que no lo consideraran loco. Pero, ¿llamar loco a un santo? No es de sorprenderse. Los corintios se parecían a los hombres de hoy. Se predicaba entre ellos como en nuestros días la ley del menor esfuerzo. No estaban acostumbradas a ver la reciedumbre en un hombre como san Pablo que, movido por un gran ideal, se mataba por hacer llegar la palabra de Cristo a todas las naciones.
Tampoco estarían acostumbrados a escuchar: “Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2Co 6,21-28). Una de dos: o estaba loco o poseía una gran reciedumbre en su interior. San Pablo demostró con obras que de loco no tenía nada; pero de recio, mucho.
La reciedumbre es la sublimación ante las posibles incomodidades y sufrimientos con la ayuda de un ideal superior. Es el “aguante”, el vigor para soportar los obstáculos, contrariedades e inconvenientes que se encuentran en el camino cuando se persigue una meta. Es quitar los tiquismiquis innecesarios de la propia personalidad, para poder correr a toda velocidad hacia la realización de nuestros ideales. No es llegar hasta el machismo de decir “los hombres no lloran”, pero sí es aceptar que las quejas caprichosas no llevan a nada.
San Pablo estaba hecho de un acero muy fuerte. Y no era el acero de los músculos (los judíos y el gimnasio no congeniaban bien); su fuerza bullía en su espíritu, y se externaba en esa garra sin límites, en ese poderío convincente de su trabajo de apóstol.
Como muestra san Pablo, lo importante para practicar esta virtud no son las características externas. Al contrario, lo que cuenta es la motivación interior. Un hombre motivado vale por tres. Y para Pablo, llevar la verdad y la felicidad de Cristo a las almas era su mayor motivación.
Los frutos de la virtud de la reciedumbre pueden ser inmensos. San Pablo recorrió
No se trata de hacer locuras, pero sí de formar una voluntad que nos permita alcanzar nuestros ideales. La reciedumbre es útil para cualquier hombre que tenga algo por qué luchar. Se puede poner en práctica desde la mañana cuando las sábanas se nos pegan al cuerpo y no queremos levantarnos para ir a la escuela, universidad o trabajo. Durante el día, un trabajo o estudio hecho con reciedumbre y constancia nos asegura resultados óptimos. Y ¿por qué no?, aplicarla a la última hora del día en que el cansancio nos logra borrar la sonrisa que quisieran ver en nuestro rostro los demás miembros de la familia.
Una vez más, el apóstol de las gentes viene desde los primeros años de la era cristiana para enseñarnos con su ejemplo otra virtud que podemos aplicar, guardando las diferencias, a nuestra vida ordinaria.
21 de septiembre de 2010
"PABLO" ATLETA DEL EVANGELIO DE CRISTO

(Yo, Pablo) me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio. Y todo esto, por amor a
¿No saben que en el estadio todos corren, pero uno solo gana el premio? Corran, entonces, de manera que lo ganen. Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible. Así, yo corro, pero no sin saber adónde; peleo, no como el que da golpes en el aire. Al contrario, castigo mi cuerpo y lo tengo sometido, no sea que, después de haber predicado a los demás, yo mismo quede descalificado. (1Corintios 9,22-27)
Reflexión: Pablo se hizo “todo para todos” en el anuncio del Evangelio, y, como un experto atleta, se somete a incontables sacrificios para alcanzar la meta.
Consigna: Que nuestra vida sea coherente con la palabra que predicamos, enfrentando con perseverancia las incomodidades que esto conlleva, y, a pesar, de los escasos éxitos...
26 de agosto de 2010
SAN PABLO, EL C.E.O DE CRISTO
Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Junto a San Pablo tengamos celo apasionado por la salvación de las almas.Eficaz. Creativo. Humilde. Sacrificado. Bondadoso. Inteligente. Sabe trabajar en equipo: delega, escucha, anima y exige. Tiene celo. Es un líder.
Estas son algunas de las cualidades que empresas y marcas prestigiosas a nivel mundial buscan condensadas en una persona. En lenguaje empresarial esta figura la denotan como CEO: chief executive officer. Un CEO tiene la responsabilidad de conservar y potencializar al máximo la empresa a él encomendada. De él depende, en gran medida, el éxito de la compañía y los miles de trabajadores que con su esfuerzo la hacen grande. Un error suyo puede ser desastroso para las entidades y personas que dependen de él.
San Pablo, en sentido análogo, era el CEO de Cristo. No carecía de las cualidades arriba mencionadas y poseía en gran medida, una a la que no se le da tanta importancia, y que unida a su gran carácter apasionado, le daba una personalidad arrolladora y una fuerza enorme para cumplir su difícil misión. Se trata del celo apostólico.
El celo es sinónimo de laboriosidad, diligencia y eficacia. Se contrapone a la pereza, a la cobardía y al desánimo.
Dicen los expertos en mercadotecnia que el éxito de un buen vendedor de productos estriba en el conocimiento del objeto. Cuanto más se conoce la cosa, más se ama, más se estima. Y una vez conocido se difunde con pasión, con celo.
El secreto del éxito del apóstol de las gentes está aquí. “Todo lo tengo por basura, con tal de ganar a Cristo” (Flp 3,8). Este era su único amor, su única ilusión y su único motor. Tanto es así, que gracias a su grandioso esfuerzo y a la gracia de Cristo que lo sostenía, esta gran “empresa”, que es
Desde que san Pablo escuchó la voz de Dios que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch 26,14) se entregó con un celo apasionado a la extensión del Reino de Cristo en el mundo. No escatimó esfuerzos y los problemas no lo abatieron. Seguramente hacía eco de aquellas palabras del salmo 69: “Me devora el celo de tu casa, y caen sobre mí los insultos de los que te insultan”.
Las dificultades fueron la constante de su vida, pero la fuerza del amor de Cristo fue el motor de su celo apostólico. Nada lo detenía. Es bien conocido el pasaje de (2Co 11,24-27), donde San Pablo habla de sus pruebas, azotes, naufragios y fatigas. Pero si pensamos bien, se requiere mucho valor para sufrir todo esto y seguir predicando un mensaje que para muchos estaba condenado al fracaso.
Gracias a su celo muchos hombres de su tiempo pudieron conocer el tesoro del cristianismo. Esta certeza no nos puede hacer olvidar que el futuro del cristianismo depende de Dios en primer lugar y, por lo que toca a nosotros, los “San Pablos” de hoy, del testimonio con el que vivamos y transmitamos nuestra fe.
“Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rm 8,31). Anunciemos a Cristo con nuestro carisma Paulino, con coraje, con pasión, con celo apasionado por la salvación de las almas. Tenemos la mejor garantía de nuestra vida: Cristo. “¿Quién nos hará temblar?”.